Tengo que confesar que he aprovechado un precepto del señor Browne para titular este artículo del cuarto aniversario.
Mi pequeña ya ha cumplido 4 años. Han sido maravillosos, no puedo decir otra cosa. Es una niña feliz, divertida, cariñosa, inteligente y siempre apetece estar con ella. Es una compañera estupenda.
Este año no quiero hacer otra vez una enumeración de las experiencias vividas (son tantas) con ella, si no que prefiero empezar a pensar en que la impronta que le estoy dejando valga la pena. Por eso lo de los "monumentos".
Me considero alguien sensato y por eso creo que con ella estamos (mi familia y yo) haciendo bien las cosas. En esta vida no recuerdas a alguien por los regalos que te hizo, más bien lo recuerdas por las experiencias vividas a su lado. Y eso se trabaja todos los días.
Yo quiero que ella tenga un recuerdo mío que sea como un monumento en su memoria, que perdure en el tiempo y que no se caiga nunca por mucho que sople el viento. Quiero que sea como la estatua de Atlas, imperturbable, y que de cualquier modo le sirva también de guía, como un faro.
A lo que me refiero no es algo físico. Lo que quiero que quede de mí cuando recapitule son los recuerdos, los hechos y por eso tengo que esforzarme mucho más con ella y construir experiencias juntos, para que mi legado no sea solo genético si no que también tenga mucho que ver con los sentimientos y las cosas importantes. Y os preguntaréis, ¿qué es importante?. Muchas cosas, pero por encima de todas está la familia y ser buena persona.